La participación de las mujeres conllevó la ruptura de valores genéricos que involucraban sus actividades, la familia, y que representó una importante dificultad desde el inicio, cuya integración a la lucha dependía fuertemente de que sus familiares estuvieran de acuerdo y les dieran permiso.

Ejemplo de las tensiones en el seno familiar es el caso de Fatma Baichi, guerrillera de la Batalla de Argel, que comenzó a participar de reuniones políticas antes del estallido de la guerra, su hermano mayor la encontró y la llevó a rastras a su casa argumentando que él siendo hombre podía participar pero ella como mujer no. Su familia decidió casarla con 16 años, aunque luego del estallido de la guerra se divorció e ingresó al FLN como agente de enlace y refugiando a militantes clandestinos en su casa.
El género y la trasgresión
El seno familiar
Algerinos leyendo sobre la explosión de una bomba en Boufarik, Nicolas Tikhomiroff, 1960.
El honor
Las mujeres eran impulsadas a transgredir prohibiciones “ancestrales” al tener que estar en contacto con hombres extraños a su círculo familiar, escapando al confinamiento tradicional dentro del espacio privado del hogar.
Es el caso de Zohra, una mujer que vivía con su tío en el campo, sin haber salido nunca de su casa. Sin embargo a partir de la militancia de su tío, comenzó a ayudarlo transportando armas, haciendo recados fuera de su casa, saliendo sola y sin velo.
Arresto de Zohra Drif, 1957
La presencia
Madres argelinas vestidas con velos tradicionales, se detienen para mostrarles a sus hijos muñecos con ropa occidentalizada, Nicolas Tikhomiroff, 1960
Las nuevas guerrilleras solían enfrentarse a la desconfianza y al recelo de sus compañeros.
A Louisette Ighilahriz le decían la tchi-tchi (delicada en árabe dialectal) y los hombres bajaban la voz cuando discutían de algo serio para que ella no los escuchara.

Yamina Cherrad fue la primera mujer de su región en ingresar a una célula guerrillera y se encontró ante el desprecio de la mayoría de sus compañeros porque muchos decían de ella y de las mujeres que se añadían a la lucha que “eran niñas que habían venido para casarse”.

“Jugaba a ser una mujer libre, que recibía hombres en su casa, como si no fuera una buena musulmana”.


Danièle Djamila Amrane -Minne, Des Femmes Dans la Guerre D’Algérie


Las mujeres argelinas aprendieron a usar en su favor los estereotipos que se hacían de ellas.









Su juventud, su femineidad, su vestimenta a la europea, o al contrario, su velo, eran utilizados para engañar y desarmar la vigilancia de las fuerzas francesas: ellas no tenían el perfil típico de un terrorista y era delicado someterlas a un cacheo por un aparato represivo que también tenía una representación de la mujer argelina como alguien sumiso y confinado a la esfera de lo privado.